Una vez retener y otra vez soltar. Una vez contener y otra vez liberar. Ahora es el tiempo de desbocarse, de derrochar los placeres, no de escatimarlos.
Bebe el vino y emborráchate en compañía de tu hermano del camino. Siente el vértigo de la noche que te llama a extraviarte en ella y sus mil oscuras caras. Recorre las calles y vuelve a tu alcoba noche tras noche. Disfruta con la compañía de tu bella y mujer. Vive cada encuentro como si fuera el último, disfruta tus encuentros con cada centímetro de piel. Embriágate del perfume que emana de tu compañera y enróllate en su cabellera.
Prueba cada manjar que se presente ante tu boca y saboréalo pues es único en el mundo. Llega al límite en que la fuerza centrífuga tienda a lanzarte despedido de esta realidad.
Pero durante tu enajenación, sólo una cosa: una fina hebra roja que recorra tu columna de principio a fin. Que algo, un mínimo de conciencia y dignidad quede encerrada en ese espacio. Eso significará para ti el puente entre la muerte y el control del carruaje cuando hayas llegado al borde del precipicio. Una vez retener y otra vez soltar. Una vez contener y otra vez liberar. Luego deberá venir el tiempo de sentarse y reorganizar los ejércitos. Sólo así podrás seguir en la senda.